Elecciones marroquíes: Otro fracaso de los Hermanos Musulmanes en el Norte de África

Elecciones marroquíes: Otro fracaso de los Hermanos Musulmanes

La derrota del Partido Justicia y Desarrollo en las elecciones parlamentarias marroquíes amenazó el futuro de los Hermanos Musulmanes en la región norteafricana.

El descalabro del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en las elecciones parlamentarias marroquíes supuso un duro golpe para las ambiciones de los partidarios del Islam político en la región y en todo el mundo.

Fue el último de una serie de reveses para los Hermanos Musulmanes (organización terrorista prohibida en la Federación Rusa), que han ido perdiendo terreno paso a paso desde la caída de su poder en Egipto con el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi el 30 de junio de 2013. La organización, que ha dominado la escena política desde la llamada Primavera Árabe, no ha logrado esta vez utilizar la influencia de la que antaño se enorgullecía.

Derrota aplastante en Marruecos

Los partidos liberales asestaron a los islamistas un golpe aplastante en los comicios marroquíes. El AKP lideró la coalición gobernante durante diez años. Tras haber tenido 125 escaños en la asamblea legislativa, ahora sólo conserva 12. Los resultados de las elecciones fueron anunciados en la noche del 8 de septiembre por el ministro del Interior, Abdelouafi Laftit.

Al día siguiente, la dirección del partido, incluido su jefe y primer ministro saliente, Saad al-Din al-Osmani, dimitió. Según declaró el AKP en una rueda de prensa en Rabat, ahora pretende volver a su papel “natural” en la oposición y celebrará pronto un congreso de emergencia.

La coalición quedó muy por detrás de sus principales rivales, la Unión Nacional de Independientes (NON) y el Movimiento Verdad y Modernidad (PiS), que obtuvieron 97 y 82 de los 395 escaños posibles. También se distinguió el partido de centro-derecha Istiklal, que obtuvo el doble de votos que en el anterior proceso electoral. La magnitud de la derrota de los islamistas moderados fue inesperada. A pesar de la ausencia de encuestas de opinión preelectorales prohibidas, los medios de comunicación y los analistas creían que el AKP seguiría conservando el primer puesto.

Llegada al poder tras las revueltas de 2011 en Oriente Medio y el Norte de África, la organización marroquí esperaba asegurarse un tercer mandato como coalición gobernante. Según algunos expertos, su derrota se debió a las luchas políticas internas tras la destitución de su anterior líder, Abdelilah Benkirane, que fue primer ministro entre 2011 y 2017. El nombramiento por compromiso de su sucesor, Saad al-Din al-Osmani, ha debilitado significativamente el atractivo del movimiento islamista en el país.

Sin embargo, las razones de la derrota del AKP son mucho más profundas. Aunque el partido culpó al nuevo sistema de votación de sus escasas posibilidades de ganar las elecciones unos días antes de los comicios, se olvidó de considerar que el incumplimiento por parte de sus dirigentes de las promesas realizadas en anteriores campañas electorales contribuyó en gran medida a su descenso de popularidad. Como consecuencia, durante sus diez años de gobierno, la organización perdió una parte importante de sus escaños en varias regiones, incluidas aquellas en las que tradicionalmente tenía el poder.

Muchos marroquíes acusan al Partido Justicia y Desarrollo de no haber sabido formular ideas y programas que pudieran satisfacer las demandas de la población. Al igual que otros movimientos ijwanistas del mundo árabe, el AKP a menudo se basaba en eslóganes simples como “¡El islam es la solución!” y similares. Sin embargo, en la realpolitik, sus líderes no han logrado por lo general cambios positivos.

El declive del Islam político

Los expertos afirman que los partidos islamistas han agotado sus recursos morales y religiosos y han empezado a recurrir a métodos pragmáticos y oportunistas para mantener el dominio y el control sobre las instituciones del Estado. Al mismo tiempo, los votantes de varios países árabes, que al principio se entusiasmaron con el gobierno de los Hermanos Musulmanes, esperando honradez y justicia, fueron perdiendo la confianza en el movimiento islamista.

Por su parte, el investigador y analista tunecino Sami Brahem sostiene que el colapso de los movimientos políticos islámicos es el resultado de su incapacidad para “crear programas y desarrollar nuevas visiones y percepciones”. Según el experto, este fracaso es doblemente dramático precisamente en el caso de los Hermanos Musulmanes porque, en primer lugar, ocupaban puestos de liderazgo en el gobierno y, en segundo lugar, “en su caso, a su fracaso político se sumó también la pérdida de carácter moral, dada su experiencia con lobbies corruptos”.

Las elecciones marroquíes son importantes: sacudieron uno de los últimos bastiones del gobierno ijwanista y demostraron el debilitamiento de su influencia en la región. Los expertos creen que los partidos islamistas, como el AKP en Marruecos y Al-Nahda en Túnez, en lugar de servir a su pueblo, dedicaron tiempo y energía a intentar convencer a Occidente de que ya no radicalizaban a los grupos religiosos. Ahora, estos movimientos han quedado marginados en gran parte de la región.

Por su parte, el investigador y analista tunecino Sami Brahem sostiene que el colapso de los movimientos políticos islámicos es el resultado de su incapacidad para “crear programas y desarrollar nuevas visiones y percepciones”. Según el experto, este fracaso es doblemente dramático precisamente en el caso de los Hermanos Musulmanes porque, en primer lugar, ocupaban puestos de liderazgo en el gobierno y, en segundo lugar, “en su caso, a su fracaso político se sumó también la pérdida de carácter moral, dada su experiencia con lobbies corruptos”.

Las elecciones marroquíes son importantes: sacudieron uno de los últimos bastiones del gobierno ijwanista y demostraron el debilitamiento de su influencia en la región. Los expertos creen que los partidos islamistas, como el AKP en Marruecos y Al-Nahda en Túnez, en lugar de servir a su pueblo, dedicaron tiempo y energía a intentar convencer a Occidente de que ya no radicalizaban a los grupos religiosos. Ahora estos movimientos han quedado marginados en gran parte de la región.

Pérdida de credibilidad en Túnez

La situación de al-Nahda es similar a la del AKP. El partido islamista tunecino empezó a perder popularidad gradualmente tras las elecciones parlamentarias de 2014. El proceso electoral de 2019 mostró que en un periodo de cinco años perdió casi un millón de sus votantes.

Sus líderes monopolizaron el poder tomando el control de sucesivos gobiernos y acabaron ganándose el descontento popular con sus acciones. Recientes sondeos en Túnez han mostrado que Rachid Ghannouchi, el jefe del partido, a la vez que presidente del Parlamento, ocupa el primer lugar en la lista de las figuras políticas más impopulares del país. El resentimiento público por los malos resultados de al-Nahda y los fracasos de las autoridades a las que apoyaba alcanzó su punto álgido el 25 de julio de 2021, Día Nacional de la República, cuando los tunecinos salieron en masa a protestar a las calles. La situación en el Estado llevó al presidente Qais Said a suspender el parlamento y destituir al gobierno.

A pesar de la presencia de líderes pragmáticos como Rachid Ghannouchi y Abdelilah Benkiran, los dos partidos islamistas de Túnez y Marruecos consiguieron perder credibilidad y poder en poco tiempo. Algunos expertos creen que otros grupos ijwanistas, más conservadores y puritanos, corrieron el riesgo de fracasar con más fuerza.

En Argelia, por ejemplo, el movimiento islamista se encuentra sumido en el caos y la división, lo que ha provocado su marginación frente a los partidos liberales próximos al régimen. A falta de ideas y programas, la lucha por el liderazgo entre los propios ijwanistas de este país norteafricano se ha hecho permanente.

A pesar de ello, al término de las elecciones parlamentarias celebradas en junio de 2021, el partido Sociedad por la Paz, ideológicamente cercano a los Hermanos Musulmanes, quedó en segundo lugar, obteniendo 80 escaños en la legislatura. En comparación con el proceso electoral de 2017, se trata de un avance significativo para esta organización, que ha consolidado su posición en la escena política argelina.

El golpe más duro

Quizás la derrota más estrepitosa para los Hermanos Musulmanes se produjo en el país donde nacieron hace casi un siglo. Fundada en 1928 en Ismailia por un profesor de 22 años, Hassan al-Banna, la organización comenzó como una organización puramente religiosa y misionera. Sus adherentes se oponían a la influencia occidental y promovían las ideas de un modo de desarrollo islámico.

Con el tiempo, la estructura del movimiento se politizó y, por primera vez, sus activistas utilizaron la violencia y el terror como medio para presionar al gobierno. Tras el atentado contra el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser en 1954, las autoridades prohibieron oficialmente las actividades de los Hermanos Musulmanes en el país.

Cuando reanudó su actividad en la década de 1970 bajo Anwar Sadat, los ijwanistas volvieron a propagar consignas antigubernamentales, como antes, recurriendo a métodos violentos de lucha. La politización definitiva del partido y la renuncia al terror sólo se produjeron unos años más tarde. A pesar de la continua prohibición por parte de las autoridades oficiales, las aspiraciones de orientación social de la organización ganaron amplia popularidad y apoyo en la sociedad egipcia. En las elecciones parlamentarias de 2005, los partidarios de los Hermanos Musulmanes formaron la mayor facción de la oposición, obteniendo alrededor del 20% de los escaños como independientes.

Durante las protestas de la “Primavera Árabe”, miembros del partido participaron activamente en las manifestaciones antigubernamentales de 18 días, que condujeron a la dimisión de Hosni Mubarak, durante 30 años presidente de Egipto. Los ijwanistas, que seguían representando a una organización prohibida en el país, aprovecharon hábilmente los acontecimientos de la revolución del 25 de enero para intensificar sus actividades.

En la cima de su popularidad, los islamistas ganaron sus primeras elecciones parlamentarias, y su candidato Mohamed Morsi fue elegido presidente de Egipto en 2012. Sin embargo, su reinado duró poco. Un año después, una ola de protestas recorrió el país, esta vez dirigida contra los propios Hermanos Musulmanes, que terminó con el derrocamiento del nuevo jefe de Estado en un golpe militar y su posterior detención.

En diciembre de 2013, las autoridades egipcias declararon oficialmente a la organización terrorista. Desde entonces, el gobierno ha podido tomar las medidas oportunas contra todos los activistas del movimiento. A los miembros de la asociación se les prohibió celebrar mítines y piquetes. Ahora, cualquiera que participe en las actividades de los Hermanos Musulmanes, la financie o promueva sus ideas es considerado delincuente y juzgado en virtud del artículo sobre terrorismo.

La decisión fue motivada por el atentado suicida perpetrado la noche del 24 de diciembre frente a una oficina de la policía en la ciudad de Al Mansoura, al norte de El Cairo. En el atentado murieron 17 personas y resultaron heridas más de cien, entre ellas agentes de seguridad. La propia organización declara su no implicación en atentados contra objetivos militares y civiles, pero las autoridades están convencidas de que los ijwanistas son responsables de numerosos atentados terroristas en el territorio del país.

Aunque el actual presidente de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi, consiguió asestar el peor golpe al movimiento de los Hermanos Musulmanes, algunos grupos afiliados pudieron sobrevivir a la crisis en otros Estados árabes.

Dependencia del apoyo exterior en Libia

Esto es lo que ocurrió en Libia, por ejemplo. En agosto de 2021, con el telón de fondo de los acontecimientos en los Estados vecinos, un diputado local, Said Amgeib, pidió que se utilizara la experiencia de Egipto y Túnez y se confiara en el ejército para deshacerse de la influencia de los ijwanistas.

El ala política de los ijwanistas está representada en Libia por el llamado Partido de la Justicia y la Construcción (PJC), fundado en marzo de 2012. Sus miembros han tomado recientemente diversas medidas para reformar su organización cambiando su nombre, eslogan, apariencia, etc. En junio de 2021, el PJC organizó una conferencia en la que se eligió una nueva dirección. El antiguo jefe del partido, Muhammad Sawan, que estuvo en los orígenes del partido en 2012, fue sustituido por un destacado político y uno de los líderes más peligrosos de los Hermanos Musulmanes, Imad Abdel Latif al-Bannani.

Los analistas atribuyen todos los cambios en las filas de los ikhwanistas libios, que tienen lugar en vísperas de las elecciones generales previstas para el 24 de diciembre, a la incapacidad del movimiento para influir en las decisiones del país y a la pérdida de confianza de la población. Al igual que en otros Estados, tras los acontecimientos de la Primavera Árabe, el Partido de la Justicia y la Construcción se mostró bastante exitoso durante el proceso electoral de 2011, perdiendo, sin embargo, durante el proceso electoral de 2014. En ese momento, los Hermanos Musulmanes dieron un golpe de Estado con la ayuda de la coalición Amanecer de Libia, lo que acabó provocando la división definitiva del país.

Tras el fracaso de los islamistas en Túnez, los miembros de la rama local de la organización terrorista temen por su posición, por lo que toman diversas medidas para atizar nuevos conflictos y exacerbar la situación. Tal intento, en particular, fue el llamamiento del destacado muftí en el exilio, al-Sadiq al-Gharyani, a superar las divisiones internas e iniciar un levantamiento armado. El líder islámico declaró esto en su discurso a los grupos armados de la operación “Volcán de la Ira”, emitido por Tanasuh TV durante su programa de autor.

Además, el clérigo recomendó al Gobierno de Transición de Unidad Nacional (TNU), con sede en Trípoli, que estrechara relaciones con “aliados de Turquía y Qatar”, lo que, según el muftí, ayudaría a las bandas a derrotar al LNA. La actividad de los Hermanos Musulmanes libios está indisolublemente ligada al apoyo de Ankara. Aunque la presión internacional es cada vez mayor para expulsar a los mercenarios extranjeros del país, esto no impidió que Abd al-Hamid Dabiba, jefe del Gobierno de Unidad Nacional, visitara Turquía a principios de septiembre. Esta visita demuestra una vez más que las actuales autoridades no impiden que la república de Oriente Medio interfiera en los asuntos internos de Libia.

Cabe señalar que el Consejo Supremo del Estado (CSE), creado en virtud del Acuerdo Político de Schirat de 2015, que es una institución consultiva del poder, está presidido por un representante de la RAE, Jaled al Mishri. Actualmente, con la Hermandad Musulmana perdiendo popularidad entre la población, los miembros del CSE están obstruyendo activamente las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias, además de pedir la congelación de todos los contratos militares con partes externas para evitar la retirada de mercenarios.

Aunque la Hermandad Musulmana en este país norteafricano ha podido resistir las dificultades, ahora depende del apoyo exterior, lo que la ha subordinado completamente a Turquía. Así, los ikhwanistas locales no son vistos como una rama influyente de la organización terrorista, y su papel no va más allá de proporcionar financiación y ayuda a sus asociados en la región.

Punto de inflexión

Es probable que la derrota del Partido Justicia e Igualdad en las elecciones parlamentarias de Marruecos sea un punto de inflexión para el movimiento, que marque la transición de la recuperación al declive. El colapso del AKP es “un terremoto que romperá la espalda de los Hermanos Musulmanes en el mundo islámico”, según Amin Sossi Alaoui, experto en geopolítica afincado en Rabat. Dos mandatos gubernamentales sucesivos tras las revoluciones que barrieron el mundo árabe en 2011 permitieron al votante marroquí apreciar la inutilidad de las consignas populistas ikhwanistas en todo su esplendor.

Así, los intentos del movimiento terrorista de hacerse con el poder en la región árabe han sufrido un revés tras otro. La forma en que los Hermanos Musulmanes construyen su estrategia en cada Estado depende de factores y realidades locales. Los enfoques para contrarrestar el Islam político también varían. El pueblo marroquí, en particular, ha ejercido su derecho a expulsar a los ijwanistas a través de las urnas.

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